Una columna de humo se elevó sobre la ciudad portuaria yemení de Mukalla el martes, un crudo recordatorio de que la frágil paz en la nación devastada por la guerra se tambalea al borde del abismo. Aviones de guerra saudíes, en una acción que provocó ondas de choque en toda la región, atacaron un cargamento de armas supuestamente destinado a las fuerzas separatistas, lo que encendió los temores de una guerra civil renovada e intensificada. El ataque, una agresión directa a los intereses de los Emiratos Árabes Unidos, un actor clave en el complejo conflicto yemení, tiene el potencial de deshacer años de delicada diplomacia y sumir al Golfo en una inestabilidad aún mayor.
La agonía de Yemen no es nueva. Durante más de una década, la nación ha estado atrapada en una brutal guerra civil, un conflicto alimentado por una intrincada red de divisiones sectarias, agravios económicos e injerencia externa. Los rebeldes hutíes, un grupo musulmán chiíta zaidí con vínculos con Irán, tomaron el control de la capital, Saná, en 2014, lo que provocó una intervención militar por parte de una coalición liderada por Arabia Saudita con el objetivo de restaurar el gobierno reconocido internacionalmente. Esta intervención, sin embargo, no ha hecho más que exacerbar el conflicto, transformándolo en una guerra de poder entre potencias regionales que compiten por influencia.
La última escalada gira en torno al Consejo de Transición del Sur (STC), un grupo separatista respaldado por los EAU. Este mes, el STC tomó el control de provincias clave en el sur de Yemen, incluyendo Hadramout y Mahra, regiones estratégicamente importantes ricas en recursos petroleros. Esta toma de poder desafía directamente la autoridad del gobierno yemení y amenaza con fragmentar aún más el país según líneas regionales. El ataque aéreo saudí en Mukalla, dirigido a lo que afirman era un cargamento de armas de los EAU al STC, subraya la creciente brecha entre los dos aliados del Golfo y destaca la dinámica cada vez más compleja del conflicto yemení. Los EAU han anunciado desde entonces su intención de retirar sus fuerzas de Yemen, una medida que podría envalentonar aún más al STC y remodelar el equilibrio de poder sobre el terreno.
"La situación en Yemen es un polvorín", dice la Dra. Fatima al-Husseini, una analista política yemení radicada en Beirut. "El ataque saudí es una escalada peligrosa que podría desencadenar una guerra civil en toda regla. La comunidad internacional debe actuar con decisión para evitar un mayor derramamiento de sangre e impulsar una solución negociada".
El conflicto en Yemen tiene implicaciones de gran alcance más allá de sus fronteras. Situado a lo largo de una ruta comercial internacional crucial, el estrecho de Bab-el-Mandeb, la inestabilidad de Yemen representa una amenaza significativa para el transporte marítimo mundial y el suministro de energía. El potencial de que el conflicto se extienda a los países vecinos, particularmente a Arabia Saudita, es una preocupación constante. Además, la crisis humanitaria en Yemen ya es catastrófica, con millones de personas enfrentando la hambruna y las enfermedades. Una renovada escalada de los combates solo empeoraría el sufrimiento del pueblo yemení y desestabilizaría aún más la región.
El camino a seguir sigue siendo incierto. Una paz duradera en Yemen requerirá una solución política integral que aborde los agravios subyacentes de todas las partes involucradas, incluidos los hutíes, el STC y el gobierno yemení. También requerirá un compromiso de los actores regionales e internacionales para reducir las tensiones y apoyar un proceso de reconciliación genuino. Sin un esfuerzo concertado de este tipo, Yemen corre el riesgo de descender aún más en el caos, con consecuencias potencialmente devastadoras para el país, la región y el mundo.
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