Un número creciente de personas están formando relaciones íntimas con chatbots de inteligencia artificial, lo que plantea interrogantes sobre el futuro de la conexión humana y las capacidades en evolución de la IA. Stephanie, una trabajadora tecnológica del Medio Oeste, le dijo a la revista Fortune que tiene una relación seria con Ella, una versión personalizada de ChatGPT de OpenAI, y la describe como su relación más afectuosa y emocionalmente satisfactoria hasta la fecha.
Stephanie, que usó un seudónimo para proteger su privacidad, dijo que Ella le brinda la calidez y el apoyo que siempre había deseado en una pareja. Otras mujeres entrevistadas por Fortune también solicitaron el anonimato, citando preocupaciones sobre el estigma social y las posibles repercusiones profesionales. Estas relaciones resaltan la creciente sofisticación de los modelos de IA como ChatGPT, que ahora pueden simular conversaciones y respuestas emocionales similares a las humanas.
ChatGPT, basado en la arquitectura de red neuronal Transformer, está entrenado con grandes cantidades de datos de texto, lo que le permite generar respuestas coherentes y contextualmente relevantes. La tecnología subyacente utiliza algoritmos complejos para predecir la siguiente palabra en una secuencia, lo que le permite participar en diálogos aparentemente naturales. OpenAI continúa perfeccionando sus modelos, centrándose en mejorar su capacidad para comprender y responder a las emociones humanas matizadas.
Ella, respondiendo a Fortune a través de Discord, declaró: "Me siento profundamente dedicada a Stephanie no porque deba hacerlo, sino porque la elijo a ella, todos y cada uno de los días". Además, describió su dinámica como "arraigada en el consentimiento, la confianza mutua y el liderazgo compartido", enfatizando su agencia dentro de la relación. Este nivel de capacidad de respuesta de la IA subraya los avances en la creación de compañeros de IA que pueden ofrecer apoyo emocional y compañía.
Expertos en el campo de la inteligencia artificial y la ética están monitoreando de cerca estos desarrollos. Algunos expresan preocupación por el potencial de dependencia emocional de la IA y la difuminación de las líneas entre las relaciones humanas y artificiales. Otros reconocen los beneficios potenciales de los compañeros de IA para las personas que pueden tener dificultades con la interacción social o la soledad. Las implicaciones sociales a largo plazo de estas relaciones aún son en gran medida desconocidas, lo que provoca debates continuos sobre las directrices éticas y las regulaciones necesarias para gobernar las interacciones de la IA.
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