Todo sistema de audio requiere amplificación, y los preamplificadores, o preamps, juegan un papel crucial en la preparación de la señal de audio antes de que llegue al amplificador y, en última instancia, a los altavoces. Un preamplificador se encarga de todo el procesamiento necesario de la señal de audio que proviene de la fuente de música antes de que se amplifique y se envíe a los altavoces del sistema.

En las configuraciones hi-fi tradicionales, los altavoces son pasivos, lo que significa que no producen su propia energía y requieren una señal amplificada de un amplificador externo para funcionar. Incluso en los sistemas de audio modernos y autónomos como el Sonos Era 100, los drivers responsables de producir el sonido necesitan amplificación, aunque este proceso se produce dentro de una sola unidad en lugar de componentes separados.

La función principal de un preamp es gestionar la señal de audio antes de la amplificación. Esto incluye tareas como la adaptación de impedancia, el aumento de la señal y la selección de entrada. La adaptación de impedancia garantiza que la fuente y el amplificador sean compatibles, evitando la pérdida o distorsión de la señal. El aumento de la señal amplifica la señal de audio débil de fuentes como tocadiscos o micrófonos a un nivel adecuado para el amplificador principal. La selección de entrada permite a los usuarios cambiar entre diferentes fuentes de audio, como reproductores de CD, tocadiscos o dispositivos de streaming.

Si bien algunos sistemas de audio modernos integran las funciones de preamplificación directamente en el amplificador o el dispositivo fuente, los preamps dedicados ofrecen mayor flexibilidad y control, especialmente para los audiófilos y aquellos que utilizan equipos antiguos. La necesidad de un preamp separado depende de la configuración de audio específica y de los tipos de fuentes que se utilicen. Por ejemplo, un tocadiscos requiere un preamplificador phono para aumentar la señal de bajo nivel del cartucho.