En toda Sudamérica, el aumento de las tasas de criminalidad impulsó un cambio significativo hacia la política de derecha en el último año, influyendo en las políticas internas y remodelando las relaciones con Estados Unidos. La tendencia, observada por analistas y reflejada en los resultados electorales recientes, proviene de la preocupación pública generalizada por la seguridad ciudadana.
Varias naciones experimentaron esta realineación política, con líderes recién elegidos haciendo campaña en plataformas que prometían una aplicación de la ley más estricta y medidas más punitivas contra los delincuentes. "La gente está cansada de sentirse insegura en sus propios vecindarios", dijo la analista política Dra. Elena Ramírez, "y están votando por candidatos que ofrecen una sensación de seguridad, incluso si eso significa sacrificar algunas libertades civiles".
Este giro a la derecha presenta una dinámica más compleja en la relación de la región con los EE. UU. Si bien algunos gobiernos de derecha pueden encontrar puntos en común con ciertas políticas estadounidenses, particularmente en temas de control de drogas y seguridad fronteriza, otros pueden perseguir agendas más nacionalistas que divergen de los intereses de Washington. El Departamento de Estado de EE. UU. declinó hacer comentarios directamente sobre los cambios políticos, pero enfatizó la importancia de defender los valores democráticos y los derechos humanos en la región.
El mayor enfoque en la ley y el orden también plantea preocupaciones sobre posibles abusos de poder y la erosión de las libertades civiles. Las organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por el potencial de un aumento de la brutalidad policial y la focalización de las comunidades marginadas con el pretexto de la prevención del delito. "Estamos viendo una tendencia preocupante de gobiernos que utilizan tecnologías de vigilancia impulsadas por la IA sin la supervisión adecuada", dijo Javier Silva, director de un grupo regional de defensa de los derechos humanos. "El reconocimiento facial y los algoritmos de vigilancia predictiva, aunque potencialmente útiles, también pueden ser discriminatorios y violar los derechos de privacidad si no se implementan con cuidado".
La vigilancia predictiva, por ejemplo, utiliza algoritmos de aprendizaje automático entrenados con datos históricos sobre delitos para pronosticar la actividad delictiva futura y asignar los recursos policiales en consecuencia. Sin embargo, si los datos históricos reflejan los sesgos existentes dentro del sistema de justicia penal, el algoritmo puede perpetuar y amplificar esos sesgos, lo que lleva a una focalización desproporcionada de ciertas comunidades. De manera similar, la tecnología de reconocimiento facial, aunque es capaz de identificar a las personas con una precisión notable, plantea preocupaciones sobre la vigilancia masiva y el potencial de identificación errónea, particularmente para las personas de grupos subrepresentados.
Las implicaciones a largo plazo de este giro a la derecha aún están por verse. Los expertos sugieren que el éxito de estos nuevos gobiernos dependerá de su capacidad para abordar eficazmente las causas fundamentales de la delincuencia, como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades, al tiempo que salvaguardan los derechos y libertades fundamentales. El próximo año será crucial para determinar si estas políticas pueden cumplir sus promesas de mayor seguridad sin comprometer los principios democráticos.
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